lunes, 9 de junio de 2014

Flores al son de la vida.

(Fotografía propia)

Creo que nuestras vidas se pueden comparar con las de las flores, tan bellas y danzarinas que hacen de la vida un camino sencillo y alegre. Nacemos pequeñitos, cerrados en nosotros mismos, y a medida que vamos creciendo nos abrimos a los demás, sentimos la vida, el aire, el sol. Nuestra joventud se abre, nos llenamos de vida y color, somos nosotros mismos en un espléndido mundo de alegrías. Vivimos todo lo que tenemos que vivir, porqué somos así, y el tiempo no para, nunca parará porqué alguien esté bien en ese momento. Las gotas del rocío nos envuelven para ayudarnos a despertar. Pero luego llega un momento en que nuestras alegrías cesan, y no es porque seamos tristes, si no porqué el tiempo no corre, vuela. Y la vida se va volviendo gris, y al son de nuestros pétalos cae nuestra esencia, nuestros colores se destiñen. Y por mucho que nos de el sol, nuestros pétalos contados van cayendo uno a uno, dejando atrás los recuerdos de una vida, puede que maravillosa, puede que corta o larga, pero es una vida, y cualquier forma de vida, si somos felices, merece la pena vivirla. Y al ritmo en que cae el último pétalo de la flor, nuestro último aliento cobra sentido, y le encontramos el sentido a todas nuestras preguntas sin respuesta. Aunque sea injusto, el mundo cobra un precio por vivir en él, nuestras vidas, antes o después, por eso, debemos aprovechar al máximo cada pequeño momento de felicidad. Son flores al son de la vida, o nuestras vidas al son de las flores, quien sabe. 

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