jueves, 5 de junio de 2014

Nudos.

Mirada borrosa. Ríos de lágrimas. Mejillas ardiendo. 
Nudos...nudos en la garganta, nudos en el pecho.
Nudos en la cabeza mezclados con confusiones, miedos, fantasmas de tus errores, rabia, dolor. Nudos de todo. Intentas estar bien, pero siempre hay algo que vuelve a hacer decaer tu felicidad, algo que vuelve a hacerte daño. Quieres no pensar en nada, quieres desconectar, quieres perderte, puede que de una vez por todas, puede que no quieras regresar. No puedes hablar, no puedes aclarar tus ideas, estás tan atormentado que no sabes qué sentir. Tienes un montón de nervios dentro, que recorren cada centímetro de arriba a abajo. Estás tan mal y confuso, que harías un pacto con el mal, algo que te hiciera no ser tú nunca más. Me atormenta pensar todas esas cosas, pero nunca sabes cuando la depresión que llevas dentro va a volver a aflorar. Quieres pedir perdón, perdón por todo, o perdón por existir. Y te sientes solo, más solo que nunca. Te sientes frágil e incomprendido. Necesitar sacar todo lo que llevas dentro, pero tienes miedo, miedo de tí, miedo de la gente, miedo del dolor. Y lloras y te desesperas, y te arrepientes. No tienes hambre, te desprecias, te odias. No quieres ser tú. Quieres estar en un sueño del que nunca vas a despertar, y así no podrás molestar a nadie con tus estúpidas preocupaciones, con tus miedos, con tus gilipolleces, no vas a ser más un obstáculo para nadie. Te sientes mal, te sientes inútil, te quieres encerrar en tu mundo, en aguas cálidas de desesperación. Nada tiene sentido, nada importa. Estás perdido, no volverás por tu camino, el camino ha quedado destruído de tanto tropezar con él, de tanto pisotearlo. Y todo eso son nudos, malditos nudos que duelen, malditos nudos que van y vienen, nudos que te ahogan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario